¿Quién dijo que no hay aventuras en la lenta Montevideo? Yo la tuve, y como no tengo nada más interesante que se pueda contar, aquí les va.
Después de caminar toda la fría tarde por la zona de Bvar. Artigas y Garibaldi con mi violonchelo a cuestas buscando la dirección de adonde se suponía era mi ensayo (llegué, tarde...), me fui a ver un poco de música al teatro Solís. Bueno “ver” es un decir, pero no nos adelantemos.
Una vez que llegamos, tarde, como nos caracteriza y que una bruja descorazonada y bordeaux nos dijera con una sonrisa más falsa que el papa (no me peguen, soy atea!...) ”lo sentimos mucho no se pueden comprar más entradas”. Una de mis amigas, de la cual no voy a dar el nombre porque no corresponde, se arregló el pelito, se acomodó su corsé, y con movimientos gatunos improvisados pero ya previamente utilizados, se dirigió hasta uno de esos seres bordeaux en versión masculina. Una vez llevado a cabo este acto atroz de seducción y descaro indescriptibles, conseguimos dos de nuestras invitaciones. Pero teníamos que comprar una extra... me faltó decir que éramos tres... las tres personas más jóvenes que no estaban de bordeaux a las puertas del Solís. La arpía, frígida, amarga amiga de bordeaux, al ver que habíamos conseguido invitaciones de una manera muy baja, utilizando nuestros atributos... bueno, esta bien, a mí no me atropella ni una bicicleta, y mucho menos esa noche. Nota mental: preciso un corte de pelo, o mi siguiente apodo será “peluca”, que puede derivarse en “gato”, y en el peor de los casos alguien lo interpretará como “puta”, no me da ni pizca de gracia...
En fin, en que estábamos, a sí... la mina de bordeax nos odiaba aún más, mala como una araña, diría un amigo, y evitó a toda costa que compráramos la entrada faltante, con éxito... mierda...
Después de un parejo, agotador y competitivo piedra, papel y tijera, la seductora amiga donó las entradas y se fue.
Entramos al Solís, como nos caracteriza, tarde, fue una larga competencia, diría yo casi olímpica, e ingresamos al cubículo número 7. En el cubículo número 7 no se veía una mierda. Y mi asiento estaba acolchado por tapados de piel y carteras que olían a naftalina. Cabeceé durante un rato, y después de comprobar que al Solís le faltaba mucho por estar lleno, busqué un nuevo lugar para acomodar mi tierno cuerpecito. Así, me propuse saltar de cubículo en cubículo hasta el primero más cercano al escenario que prometía la visión de al menos ¾ del escenario. Después de martirizar, torturar y molestar a todos los espectadores interpuestos en mi camino, llegué a mi destino y pude ver a la perfección el saludo final de todos los cantantes. Un espectáculo precioso la verdad.
Salimos corriendo al baño, pues mi amiga tenía sus urgencias hacía rato y no queríamos quedar atrapadas en el tráfico pedestre de jubilados. Al salir del baño, no volaba ni un mosquito con gamulán... ¿seguía el espectáculo en realidad? Volvimos lo más rápido que pudimos y tras perdernos y dar vueltas por todos lados, entramos en el cubículo que no era y pudimos ver a la perfección el segundo saludo final de todos los cantantes. Un espectáculo precioso la verdad.
Estuvimos alrededor de 45 minutos agravando mi tuberculosis a la intemperie esperando a nuestra joven amiga estrella. Cuando llegó, nos tomó 5 minutos decirle “felicitaciones, se te veía espléndida” y nos fuimos a casa. Mi compañera espectadora se apiadó de mi delicada condición neumónica y se ofreció llevarme a casa. Por alguna razón inexplicable terminamos en tierra de nadie, creo que era camino a Lavalleja, no voy a entrar en detalles porque eso dejaría entrever que no sé llegar a mi casa y que mi joven conductora amiga es igual de despistada. Lo importante es que llegué a casa, tarde como me caracteriza, ella a la suya (creo, aún no le volví a ver) sanas y salvas.
El título de este relato no sé si esta bueno... pero la verdad otro no tengo... es todo mentira, en realidad se me ocurrió otro mucho mejor como a la mitad de mi acto narrativo, pero como no lo anoté me lo olvidé, tal como me caracteriza.
Con semejante titular se podría pensar que se trata de una analogía sobre el adefesio construido por Arana en el techo del Solís... pero bueno, esa es otra historia...
Después de caminar toda la fría tarde por la zona de Bvar. Artigas y Garibaldi con mi violonchelo a cuestas buscando la dirección de adonde se suponía era mi ensayo (llegué, tarde...), me fui a ver un poco de música al teatro Solís. Bueno “ver” es un decir, pero no nos adelantemos.
Una vez que llegamos, tarde, como nos caracteriza y que una bruja descorazonada y bordeaux nos dijera con una sonrisa más falsa que el papa (no me peguen, soy atea!...) ”lo sentimos mucho no se pueden comprar más entradas”. Una de mis amigas, de la cual no voy a dar el nombre porque no corresponde, se arregló el pelito, se acomodó su corsé, y con movimientos gatunos improvisados pero ya previamente utilizados, se dirigió hasta uno de esos seres bordeaux en versión masculina. Una vez llevado a cabo este acto atroz de seducción y descaro indescriptibles, conseguimos dos de nuestras invitaciones. Pero teníamos que comprar una extra... me faltó decir que éramos tres... las tres personas más jóvenes que no estaban de bordeaux a las puertas del Solís. La arpía, frígida, amarga amiga de bordeaux, al ver que habíamos conseguido invitaciones de una manera muy baja, utilizando nuestros atributos... bueno, esta bien, a mí no me atropella ni una bicicleta, y mucho menos esa noche. Nota mental: preciso un corte de pelo, o mi siguiente apodo será “peluca”, que puede derivarse en “gato”, y en el peor de los casos alguien lo interpretará como “puta”, no me da ni pizca de gracia...
En fin, en que estábamos, a sí... la mina de bordeax nos odiaba aún más, mala como una araña, diría un amigo, y evitó a toda costa que compráramos la entrada faltante, con éxito... mierda...
Después de un parejo, agotador y competitivo piedra, papel y tijera, la seductora amiga donó las entradas y se fue.
Entramos al Solís, como nos caracteriza, tarde, fue una larga competencia, diría yo casi olímpica, e ingresamos al cubículo número 7. En el cubículo número 7 no se veía una mierda. Y mi asiento estaba acolchado por tapados de piel y carteras que olían a naftalina. Cabeceé durante un rato, y después de comprobar que al Solís le faltaba mucho por estar lleno, busqué un nuevo lugar para acomodar mi tierno cuerpecito. Así, me propuse saltar de cubículo en cubículo hasta el primero más cercano al escenario que prometía la visión de al menos ¾ del escenario. Después de martirizar, torturar y molestar a todos los espectadores interpuestos en mi camino, llegué a mi destino y pude ver a la perfección el saludo final de todos los cantantes. Un espectáculo precioso la verdad.
Salimos corriendo al baño, pues mi amiga tenía sus urgencias hacía rato y no queríamos quedar atrapadas en el tráfico pedestre de jubilados. Al salir del baño, no volaba ni un mosquito con gamulán... ¿seguía el espectáculo en realidad? Volvimos lo más rápido que pudimos y tras perdernos y dar vueltas por todos lados, entramos en el cubículo que no era y pudimos ver a la perfección el segundo saludo final de todos los cantantes. Un espectáculo precioso la verdad.
Estuvimos alrededor de 45 minutos agravando mi tuberculosis a la intemperie esperando a nuestra joven amiga estrella. Cuando llegó, nos tomó 5 minutos decirle “felicitaciones, se te veía espléndida” y nos fuimos a casa. Mi compañera espectadora se apiadó de mi delicada condición neumónica y se ofreció llevarme a casa. Por alguna razón inexplicable terminamos en tierra de nadie, creo que era camino a Lavalleja, no voy a entrar en detalles porque eso dejaría entrever que no sé llegar a mi casa y que mi joven conductora amiga es igual de despistada. Lo importante es que llegué a casa, tarde como me caracteriza, ella a la suya (creo, aún no le volví a ver) sanas y salvas.
El título de este relato no sé si esta bueno... pero la verdad otro no tengo... es todo mentira, en realidad se me ocurrió otro mucho mejor como a la mitad de mi acto narrativo, pero como no lo anoté me lo olvidé, tal como me caracteriza.
Con semejante titular se podría pensar que se trata de una analogía sobre el adefesio construido por Arana en el techo del Solís... pero bueno, esa es otra historia...
Comentarios
aun no lei nada...
cuidese la salut y no haga actividades de riesgo innecesario.
con aprecio distante
Suerte.
Arriba el whiskey con redoxon.
Muy bueno el template de tu blog ;)
lerere ruru ru le le.
mmmmmmm.
leru leru.
Este.......
slurp slurp... puaj, cof cof cof.
ta' ya está.
leru.