Los ojos verdes de la esquina

Despegó hacia un exilio en alguna tierra lejana, en busca de una oportunidad, que aún siendo esperada, no fue encontrada, tanto porque no la vió o no estaba; o simplemente no se esperó lo suficiente.

Sin llantos, ni sonrisas, con nada más que imágenes en sus bolsillos, cambió de escenario y se internó en una casa lejana al otro lado del planeta, o tal vez fuera de él.

La tristeza del silencio, las palabras que se pierden por la distancia, y que después se olvidan de decir; ya que a veces no se dicen porque no se responden. En realidad no se si extrañaba afectos, sólo se que antes allí no estaba.

Pero fue después de cierto tiempo que noté una cierta estabilidad, una determinada rutina. Y así, todas las mañanas recorría el mismo camino, con la misma intención. El mismo hombre se asomaba por la misma esquina, y parecía seguirla con la mirada. Siempre parecía dudar antes de intentar revelar un gran secreto.

Pero este hombre era parte del espacio, siempre estaba allí, y es por eso que ningún paso se desviaba, ningún transeúnte se alteraba, nadie lo notaba... a excepción mía claro. El hombre de acento extraño porque no hablaba, se interesaba sólo por ella, y cuando pensé que no era nada...

La rutina de sus pasos seguía su curso, y justo al pasar por ese rincón vestido de casa, su habitante se paró de un salto. Y todo el escenario se volvió estático por una larga fracción de segundo. Sin palabras, el hombre extendió su mano y un frasquito casi gracioso, con un líquido verde se asomó por entre sus dedos -La sabiduría, la inteligencia y la fuerza... si te emborrachas antes de dormir con él- dijo solemne... y por vez primera noté sus labios.

-¿quién eres?

-sólo soy un mensajero del señor- respondió.

Por días, y tal vez semanas, la mañana no fue igual, y si, la rutina había cambiado. El hombre ya no estaba y ella permanecía encerrada en su casa. Se cuenta que se pasaba horas enteras con el frasco entre sus mano, estudiando con sospecha y esperanza su contenido. ¿Era verdad que era un mensajero de Dios? ¿o se trataba de algún Señor?, y también habría que averiguar quién según él era Dios, en caso de que no se tratara de un hombre cualquiera... las preguntas resonaban en su cabeza confusamente una y otra vez. ¿Por qué a mí?

Y si era verdad que ese líquido le traería lo más preciado, sería feliz, y ¿si no?¿era feliz sin él?

Meses y no sé si años pasaron en los que cada mañana se despertaba entre papeles, investigaba venenos, mitos y trampas, y cada noche se acostaba como un alcohólico recuperado, tentado a su pasado. ¿y si se acostaa y no pasaba nada? ¿y si no lo tomaba y despertaba?

En un día de esos en que la melancolía aparece sin razón, y nos vence por momentos, decidió no tomarse tan en serio y de un solo trago bebió una noche su líquido leno de misterio.

este cuentillo lo escribi exactamente el 9/5/2000, tenía 19 años. el otro día lo encontré y me pareció que no estaba tan mal... cada uno es libre de tener la opinión que considere apropiada. Es el unico cuentito que escribi en serio, y supongo que será el unico hasta el día que me muera!!! quería poner lago en serio en este blog para variar.

Lau