¿Quién dijo que no hay aventuras en la lenta Montevideo? Yo la tuve, y como no tengo nada más interesante que se pueda contar, aquí les va. Después de caminar toda la fría tarde por la zona de Bvar. Artigas y Garibaldi con mi violonchelo a cuestas buscando la dirección de adonde se suponía era mi ensayo (llegué, tarde...), me fui a ver un poco de música al teatro Solís. Bueno “ver” es un decir, pero no nos adelantemos. Una vez que llegamos, tarde, como nos caracteriza y que una bruja descorazonada y bordeaux nos dijera con una sonrisa más falsa que el papa (no me peguen, soy atea!...) ”lo sentimos mucho no se pueden comprar más entradas”. Una de mis amigas, de la cual no voy a dar el nombre porque no corresponde, se arregló el pelito, se acomodó su corsé, y con movimientos gatunos improvisados pero ya previamente utilizados, se dirigió hasta uno de esos seres bordeaux en versión masculina. Una vez llevado a cabo este acto atroz de seducción y descaro indescriptibles, conseguimos dos d...