En algún momento en la Tierra decidieron expulsar la basura al espacio pensando que era una buena solución. Cuando se dieron cuenta de que eso también hacía daño, fue demasiado tarde. En las noches sin luna y cielo despejado, podían verse en el cielo conjuntos de basuras de orbitaban alrededor de la Tierra.
Yo estaba en un bus con interiores como los de un avión, sin techo o tal vez era un techo de vidrio, no puedo recordarlo bien, sólo se que podía ver el cielo desde mi asiento.
Fue ahí que vi un grupo de extremidades de cuerpos humanos orbitar por encima de nuestras cabezas: brazos, piernas, manos, pies, troncos con piernas, y otras cosas que no podría identificar. Me preguntaba si alguien habría hecho pedazos a otra persona y la había arrojado al espacio o si esas partes no eran más que prótesis de plástico en desuso. Pero como se consideraba delito federal opinar y urgar en la basura ajena, no podía preguntar.
Mi mejor amiga estaba sentada en silencio en el asiento contiguo al mío, el de la ventanilla... llegamos.
La luz era amarillenta y la prisión se veía como un montón de rejas perdidas en lo amarillo de esa oscuridad. Los oficiales nos hicieron hacer fila, quedé primera para mi disgusto. El sargento me miró y emitió un gruñido medio de burla y medio de sorpresa, aparentemente me había reconocido. Dijo algo entre dientes como "típico... rockeritos". Mis días de rock y guitarras habían terminado. Al cabo de unos minutos, los oficiales comenzaron a protestar, el presidente debía dar la orden de abrir el primer portón frente al que la fila esperaba y éste no aparecía. Me lo imaginé sentado en un sillón mirando la tele, comiendo una hamburguesa y diciendo distraídamente y con la boca llena "se se... abran, abran".
Ni el humor de estos pensamientos podía salvarme de la angustia que me invadía. La angustia oprimía con fuerza mi garganta... después de todo, iba a perder mi libertad.
El primer portón se abrió, avanzamos y llegamos a un segundo tambíén cerrado. Un equipo de filmación comandado por Pablo Stoll filmaba todo el proceso. Estaban realizando un documental y me prestaban más atención de la que me gustaba, empeoraban mi situación. No necesitaba documentar nada precisamente en este momento. Apenas paramos frente al segundo portón, 4 oficiales salieron a un pequeño patio por una reja lateral. Se quitaron sus camperas azules y, arrodillados sobre ellas, empezaron una huelga. "Pedimos mejores salarios y mejores condiciones laborales!!" gritaba uno de ellos. No sabía hasta cuándo ibamos a estar alli parados. La angustia se hizo tan fuerte que comence a llorar silenciosamente, mientras pasaba un nuevo cúmulo de extremidades por el cielo.
Yo estaba en un bus con interiores como los de un avión, sin techo o tal vez era un techo de vidrio, no puedo recordarlo bien, sólo se que podía ver el cielo desde mi asiento.
Fue ahí que vi un grupo de extremidades de cuerpos humanos orbitar por encima de nuestras cabezas: brazos, piernas, manos, pies, troncos con piernas, y otras cosas que no podría identificar. Me preguntaba si alguien habría hecho pedazos a otra persona y la había arrojado al espacio o si esas partes no eran más que prótesis de plástico en desuso. Pero como se consideraba delito federal opinar y urgar en la basura ajena, no podía preguntar.
Mi mejor amiga estaba sentada en silencio en el asiento contiguo al mío, el de la ventanilla... llegamos.
La luz era amarillenta y la prisión se veía como un montón de rejas perdidas en lo amarillo de esa oscuridad. Los oficiales nos hicieron hacer fila, quedé primera para mi disgusto. El sargento me miró y emitió un gruñido medio de burla y medio de sorpresa, aparentemente me había reconocido. Dijo algo entre dientes como "típico... rockeritos". Mis días de rock y guitarras habían terminado. Al cabo de unos minutos, los oficiales comenzaron a protestar, el presidente debía dar la orden de abrir el primer portón frente al que la fila esperaba y éste no aparecía. Me lo imaginé sentado en un sillón mirando la tele, comiendo una hamburguesa y diciendo distraídamente y con la boca llena "se se... abran, abran".
Ni el humor de estos pensamientos podía salvarme de la angustia que me invadía. La angustia oprimía con fuerza mi garganta... después de todo, iba a perder mi libertad.
El primer portón se abrió, avanzamos y llegamos a un segundo tambíén cerrado. Un equipo de filmación comandado por Pablo Stoll filmaba todo el proceso. Estaban realizando un documental y me prestaban más atención de la que me gustaba, empeoraban mi situación. No necesitaba documentar nada precisamente en este momento. Apenas paramos frente al segundo portón, 4 oficiales salieron a un pequeño patio por una reja lateral. Se quitaron sus camperas azules y, arrodillados sobre ellas, empezaron una huelga. "Pedimos mejores salarios y mejores condiciones laborales!!" gritaba uno de ellos. No sabía hasta cuándo ibamos a estar alli parados. La angustia se hizo tan fuerte que comence a llorar silenciosamente, mientras pasaba un nuevo cúmulo de extremidades por el cielo.
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